GABRIEL FRANCO, otro ejemplo de superación para el futuro.
Me piden que, como concejala de cultura, escriba unas líneas sobre la figura de Gabriel Franco, quien, en la tarde del miércoles día 17 pasó a tener su lugar de honor (tanto tiempo prometido, tanto tiempo esperado) junto al resto de personajes que, desde el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Astorga, nos hablan de esos insignes astorganos, de nacimiento o de adopción, que pasearon el nombre de la ciudad por España y por el mundo.
Ha sido este un necesario homenaje. Porque, independientemente de las ideas políticas de cada cual “de bien nacidos es ser agradecidos”. Y así debería sentirse toda la ciudadanía astorgana ante personas de este calibre, que llegaron a la más alta representación de un país. Claro que, si seguimos en clave refranera, también dice el refrán que “nadie es profeta en su tierra”, y quizá sea este el motivo de que se conozca tan poco – si no nada – de un personaje como Gabriel Franco que, habiendo nacido en la también entonces pequeña ciudad de Astorga, llegó a ser nada menos que Ministro de Hacienda del decimoséptimo al decimonoveno gobierno de la República, bajo la presidencia de Manuel Azaña. Un breve tiempo en una etapa muy convulsa políticamente que, tal vez por el grado de compromiso que implicaba, hay que valorar aún más, más allá de la inclinación política en la que postulaba. Volviendo a nuestra ciudad hay que hacer hincapié en el hecho de que aunque fuera, y aún lo sea, pequeña en tamaño y población, no lo ha sido nunca en importancia histórica. Ni en aquellos lejanos años en que se convirtió en una de las principales ciudades romanas de la Hispania (tal y como atestiguan los restos que nos rodean), ni en la historia más cercana o en esos tiempos más próximos – a caballo entre el final del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX – en los que fueron tres los astorganos que (incluido Gabriel Franco) nos representaron con ministros en diversos gobiernos.
Gabriel Franco forma parte de esa pequeña élite que ha paseado el nombre de Astorga por el mundo. Y para los astorganos y astorganas de hoy debería ser un orgullo que nuestra ciudad haya dado personajes no solo de la categoría profesional de éste, sino también de su categoría moral, como el mismo Ricardo Gullón reconoció hablando de él tras su encuentro en el exilio de Puerto Rico. A la sociedad astorgana de hoy nos toca mirar un poco más allá de las ideas personales y reconocer, orgullosos, como esa madre que un día acoge de nuevo entre sus brazos al hijo que alejó de ella por no querer seguir el camino para él imaginado, para celebrar con él los éxitos alcanzados aunque no hayan sido los deseados por ella.
Y es que la grandeza de un pueblo, también la de las personas, está en valorar los méritos de quien están ligados a ella, independientemente de ideologías y creencias, que pueden o no coincidir. Y el miércoles 17, muchas personas de esta ciudad, de diferentes ideologías y condición, así nos lo hicieron sentir al acompañar, con un Salón de Plenos a rebosar, el recuerdo de Gabriel Franco, setenta y cinco años después de su nombramiento como ministro y su declaración de “hijo predilecto” de la ciudad, circunstancia que quedó en suspenso por causas de sobra conocidas por la mayoría.
Hoy, su recuerdo permanece ya fijado para siempre junto a otros doctos representantes de nuestra historia, escritos también con mayúscula en la Historia grande de España y como ejemplo de esfuerzo y superación para hombres y mujeres de las generaciones venideras que esperamos paseen en elevado número (como ya lo están haciendo muchos) el nombre de Astorga por todos los rincones del mundo.
Mercedes Glez. Rojo
Concejala de Cultura.